Sus cuentos tienen algo que muy pocos tienen. En la primera lectura te das cuenta que dice algunas frases para quitarse el sombrero, en una segunda o tercera lectura entiendes lo que quiere decir y, pasados unos días, te das cuenta que vuelve a tu cabeza esa idea que Hempel te metió en el subconsciente casi sin darte cuenta. ¿No os lo creeís? Mirad cómo termina un cuento suyo: La policía y los servicios de emergencia no logran el más mínimo impacto. La voz suplicante del cónyuge no tiene el efecto deseado. La mujer se mantiene parada al filo del abismo. Aunque no por mucho tiempo, amenaza.
Tengo la ocurrencia de que soy yo quien debe convencerla de bajar. Lo veo, y sucede así.
Escúchame, le digo a la mujer que está parada al filo del abismo. Sus captores le hicieron dejar de fumar. Cambiaron su dieta y lo pusieron a hacer ejercicio todos los días. Y lo mantuvieron así durante tres meses.
Una vez pagado el rescate y tras ser liberado, su doctor lo examinó. Encontró al hombre en excelentes condiciones de salud. Le repito a la mujer lo que el doctor dijo en ese momento. Que el secuestro fue la mejor cosa que le pudo haber ocurrido al hombre.
* * *
Tal vez ésta no sea una de esas historias hechas para que te arrepientas de saltar. Pero la cuento con la esperanza de que la mujer que está al filo del abismo se plantee una pregunta, la misma que se planteó el hombre en Bogotá. Que cómo sabemos que lo que nos pasa no es bueno.
1 comentario:
A veces sólo nos fijamos en el por qué y para qué de las cosas que nos pasan... Si hay un orden cósmico detrás o un plan, si nos sale todo al revés, si nos ha mirado un tuerto. Y, en realidad, nunca sabemos hasta qué punto lo bueno, lo es y viceversa. Este cuento dice mucho con muy poco, me ha encantado, sobre todo su final contundente.
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